28 sept 2014

EL BULLI SI, PERO NO AHÍ

La futura construcción de la Fundación El Bulli 1846 en la Cala Montjoi, en pleno Parque Natural de Cap de Creus, puede sentar un grave precedente a la hora de proteger nuestros espacios naturales de los intereses privados y la especulación urbanística que los acecha.
  
Cala Montjoi es un paraje natural incluido en los límites del Parque Natural en el que, en consecuencia, está rigurosamente prohibida cualquier intervención urbanística que pueda alterar o modificar tanto el paisaje como el equilibrio de los ecosistemas que acoge.
   
Pero antes de seguir déjenme que manifieste, aunque como humilde divulgador ambiental y amante de la naturaleza mi opinión al respecto es del todo insignificante, el gran respeto que siento por la figura y la obra de Ferran Adrià, creador artístico de reconocido prestigio y genio inigualable de la gastronomía mundial.

Pero es que una cosa no debe quitar la otra. Desde ese declarado respeto alego que nadie, por importante que sea, debe gozar de un salvoconducto para vulnerar las leyes que protegen nuestro patrimonio natural.

Construir los 3.000 metros cuadrados de edificios y equipamientos previstios por la Fundación El Bulli en Cala Montjoi supone saltarse a la torera la actual normativa urbanística, territorial y medioambiental que todos estamos obligados a acatar. Para conseguirlo, el Gobierno de la Generalitat debería declarar el proyecto de interés público para Cataluña y proponer al Parlament la suspensión de la ley de espacios naturales de la Generalitat, la ley de protección del Cap de Creus, el plan territorial parcial de las comarcas de Girona, el plan director urbanístico- costero, el POUM de Roses y un largo listado de otras leyes promulgadas en su momento para proteger nuestro litoral y el patrimonio natural que atesora.

A lo largo de estos años, y en virtud de dichas normativas nadie, ningún propietario de la zona ha podido, no ya construir, sino ni tan siquiera ampliar un palmo de lo construido, acondicionar un espacio privado o ni tan siquiera reparar una fachada. Porque, como todo el mundo sabe, en un parque natural no se podía mover una sola piedra.

Hasta hoy.

Ahora el Gobierno de la Generalitat parece dispuesto a dar a Ferran Adrià los permisos necesarios para que el proyecto de construir El Bulli Foundation en pleno parque natural salga adelante. Para ello deberá elaborar una ley específica, una norma excepcional que evite a las autoridades la tediosa labor de tener que alterar una por una todas las leyes existentes hasta la fecha. Estamos hablando de una ley a medida, un privilegio que autorice la ampliación en más de un 300% la superficie del antiguo restaurant y legalice así lo que las leyes actuales declararían del todo ilegal.

El estudio de arquitectura encargado de desarrollar el proyecto asegura que todo se va a hacer desde el más estricto respeto a la naturaleza y al medio ambiente, que la edificación se integrará “perfectamente” en el paisaje. Es más hay quien, desde el entorno de los promotores y en un alarde del mesianismo que asusta, se ha atrevido a declarar en la prensa que “el proyecto mejora enormemente la Cala Montjoi”. Ordenar la naturaleza. Mejorar lo salvaje. Qué inquietante declaración de principios. Qué miedo.

Miren, yo no sé si el proyecto de la Fundación El Bulli 1846 efectivamente “arreglará” Cala Montjoi y la convertirá en un lugar mucho más “fashion”. Yo soy un simple ciudadano sin privilegios que ama Cala Montjoi y que considera que, tal y como está hoy en día, es uno de los rincones más bellos del Cap de Creus, que es uno de los lugares más fantásticos del planeta.

Pero lo que si exijo, junto a los 40 colectivos ecologistas y ciudadanos y las más de 75.000 personas que firmaron el manifiesto entregado al Parlament, es que el Gobierno de la Generalitat actúe en defensa del interés común, es decir del patrimonio natural del país, y que en consecuencia preserve este privilegiado lugar para que las generaciones venideras puedan disfrutarlo tal y como hoy lo conocemos, sin que ningún visionario tenga la tentación de “ordenárselo”. 

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