15 jul 2012

ELOGIO DE LO DOMÉSTICO


Abrir los ojos, quedarse un rato pensando en la cama, con las manos cruzadas y la mirada perdida. Sentir como el motor arranca. Agarrarse a quien duerme a tu lado. Darle un beso en la espalda desnuda. Buenos días.
Levantarse, mirar en el cuarto de los niños y comprobar cómo duermen ajenos al mundo.
Salir a la terraza y saludar al sol o mejor aún, fascinarse con las nubes, ya no digo embelesarse con la lluvia.
Echar otro trozo de pan duro al comedero y, al girar, observar con el rabillo del ojo al herrerillo y al carbonero volver a discutir sobre quien manda allí. Sonreír.
Poner la tetera, colocar la bolsita de té en la vieja taza de la SEO, con el logo ya casi desaparecido. Y mientras preparas las tostadas recordar aquellos años de militancia pajaril. Las primeras citas en el Ardeola, aquellas primeras jornadas de anillamiento…
Escuchar el silbido de la tetera y desayunar en la terraza viendo a los pájaros: cada estación protagonistas diferentes.
Mirar el correo. Abrir los diarios, echar una ojeada al Twitter y al Facebook. 
Dar un beso a los tuyos, que se van incorporando al día. Preparar las cosas.
Salir a echar la jornada donde el destino disponga: en mi caso, este afán por divulgar, por seducir, por seguir echándole una mano al planeta y convidar a los demás a que se interesen por ello. 
Procurar que al menos un par de veces a la semana esa jornada sea al aire libre, en el campo, en un pueblo, o de viaje al encuentro de amigos con los que sumar esfuerzos para que el cuidado del planeta siga transcendiendo. Y pisar el bosque. Mirar y admirar los árboles. Sentir un escalofrío al recibir un beso de la naturaleza diciéndote gracias. Ser naturaleza. Emocionarte con una presencia inesperada: un pájaro, un conejo, una mariposa, una lagartija. Dar las gracias por estar aquí y ahora. 
Cargar pilas e intentar devolverle siquiera la mitad de todo lo que le debo a este hermoso Planeta.  
Caminar mientras reflexionas. Seguir haciendo planes. Pensar en los tuyos. Sentirte afortunado. 
Echar un bocado. O no. Seguir avanzando junto al resto. Ayudar a que a todos nos vaya mejor en un mundo mejor. 
Escuchar. Aprender. Conocer. Descubrir. Volver a tropezar. Resolver. Apoyar. Querer.
Regresar a casa. Abrazar a los tuyos. 
Abrir una botellita de vino en la cocina: si las cosas van bien un reserva, sino un cosecha. Es igual. El mejor vino es el que se comparte con amistad y con amor. Que rico, decimos. Y no hemos visto ni la etiqueta.
Cenar todos juntos. Compartir. Reír. Llorar. 
Irse a dormir amarrados a ese libro que nos tiene fascinados. Sentir como baja el telón y al apagar la luz escuchar: buenas noches ¿te puedo coger?
Y así, a cada día, su afán.
Acaso la vida sea solo eso. Todo eso.

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